Es verdaderamente complejo formular un concepto amplio y universal de democracia, cada pueblo y cada cultura diseña sus modelos democráticos basándose en distintas formas de democracia y en la diversidad de conceptos, adaptándolos al su particular evolución histórica.
Uno de los propósitos fundamentales de la democracia es legitimar a quien ejerza el poder público ante la ciudadanía, para lograrlo, los políticos deben persuadir al electorado para que sufraguen por ellos por medio de instituciones en las que el pueblo confíe.La lucha por el poder ha hecho que esta persuasión ejercida por la clase política sea, en muchos casos, su principal objetivo, en vez de formular un plan de gestión y gobierno claro e ideológicamente posicionado.
La propaganda política se ha transformado en publicidad política, este cambio se dio fuertemente a nivel mundial a partir de la segunda mitad del siglo XX, principalmente en Estados Unidos y entró concretamente a México en el año 2000 con la llegada del carismático candidato Vicente Fox. Aparte del acumulado hartazgo general al PRI, Fox ganó ampliamente la presidencia de la República gracias a una estrategia de Marketing político avasallante, Fox fue un producto comercializado por los medios –al cual, posteriormente, los grandes medios lo sometieron– distribuido ante las masas y capitalizando los votos que le dieron la primera magistratura.
En 2006, la publicidad política fue nuevamente protagonista, en ella se destinó gran parte del espacio de campaña de Felipe Calderón a atacar la ideología de López Obrador, incluso más que para promover la propia. Desde entonces, la estrategia del Marketing político ha permeado en las campañas de los estados en tiempos electorales.
Tal como se comercializa un producto, el interesado se basa en encuestas a los consumidores para saber cómo posicionar algún producto y de qué manera presentarlo. En estos días, los políticos formulan su plan de gobierno con base en el resultado de encuestas a pie. Los partidos políticos son creados para mantener una diversidad ideológica y que la ciudadanía pueda elegir la que deseé que lo represente, las posiciones ideológicas en las campañas de ahora son imperceptibles. Los candidatos plantean falsos posicionamientos, es decir, propuestas neutrales en las que la mayoría de las personas están de acuerdo y no mermaría la acumulación de votos.
En las recientes elecciones en el Estado podemos ver claramente que las campañas de los dos principales contendientes políticos fueron realizadas basándose en estrategias publicitarias. Moreno Valle utilizó, al igual que Fox en el 2000, el hartazgo de la ciudadanía por el gobierno priista que finalizó con Marín para persuadir al electorado que su propuesta significaría un cambio, aunque no quedó muy claro para la mayoría qué cambio sería. Ideológicamente, es muy difícil diferenciar las posiciones que diferenciaran a un candidato del otro, siendo de distintos partidos. Más bien, lo que presentaban principalmente en su propaganda era uno, útiles gratis, y el otro, simplemente: abre los ojos.
La labor de un candidato es tener un plan de gobierno claro y específico, donde quede clara su ideología y bien definidos sus posicionamientos, así, la ciudadanía sabría verdaderamente qué está eligiendo a la hora de votar y tenga posibilidad de tomar una mejor decisión.
De la misma forma, los partidos deben ser reguladores del equilibrio político, fiscalizadores del gobierno, los principales vigilantes de las acciones y decisiones de los funcionarios públicos. Si los partidos políticos no tienen un sentido ideológico definido, no existirá la pluralidad necesaria en el Congreso (por ejemplo) para mantenerse críticos ante el partido oficial y procurar que la administración se lleve a cabo verdaderamente de forma democrática.
jorge_abascal@hotmail.com
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