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Mariano Rajoy no da con la clave para gustar a las mujeres

Se oscurece el pelo, recorta su barba, hace kilómetros al trote para estilizar la figura y, sin embargo, a las mujeres sigue sin hacerles tilín. ¿Qué más puede hacer?



Este fin de semana mientras Mariano Rajoy comentaba la Vuelta Ciclista a España por TVE habrá podido meditar sobre qué ha hecho él para que las mujeres le den la espalda. En la sede del PP andan preocupados porque las féminas españolas votan menos al PP que al PSOE. Todo parece que empezó, según afirman los gurús demoscópicos, tras la decisión de José María Aznar de participar en la guerra de Irak. Pecado original que todavía paga su sucesor, casi siete años más tarde. Tan así es que en las pasadas elecciones de marzo de 2008, si sólo hubiesen votado hombres, a estas horas, en lugar de estar sentado en La Moncloa Zapatero, sería Rajoy el presidente del Gobierno.

La preocupación por este asunto no es nueva, ya en diversas ocasiones el voto de las mujeres ha sido tratado por los dirigentes del PP, sin que hasta el momento hayan encontrado solución. El propio don Manuel Fraga ha preguntado en alguna Junta Directiva Nacional al respecto. De hecho, Rajoy se rodeó de mujeres en su círculo dirigente más próximo tras su última derrota electoral. El Comité de Dirección del PP, además de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, número dos del partido, está conformado por otras dos mujeres más: La portavoz en el Congreso, Soraya Sáenz se Santamaría, y la vicesecretaria general de Organización, Ana Mato. Tres mujeres entre los siete puestos más relevantes del partido.

El PP, además, tiene en sus dirigentes regionales a la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, uno de los buques insignias del partido, y próximamente encabezará su lista en Cataluña Alicia Sánchez Camacho; además, también, está confirmada a encabezar la candidatura autonómica en Aragón su presidenta regional, Luisa Fernanda Rudí, amén de Cospedal, en Castilla La Mancha. No parece por tanto que sea un problema de representación en cargos importantes lo que lleva a una mayoría de mujeres españolas a no acercarse al PP. ¿Será entonces en su tipo de discurso donde se deberá buscar la solución del problema?

Es cierto que Zapatero hace guiños constantes al público femenino, con apariciones en actos rodeado de mujeres, aunque él sea el protagonista único masculino, y discursos dirigidos directamente a la particular sensibilidad y preocupaciones de la electora mujer. Rajoy --en general los dirigentes del PP-- cuida mucho menos estos detalles. También, es verdad que algunos dirigentes del PP entran en cuestiones como el de la participación de la mujer en política, incluso a la hora de referirse a las ministras, como si fueran elefantes en una cacharrería. Hasta algunas dirigentes mujeres del PP, que en nada ayudan al discurso de su partido con su género, menosprecian en ocasiones a las adversarias minusvalorándolas como si simplemente hubiesen llegado a sus cargos para cumplir con "una cuota".

Con todo, como tantas veces, la solución al problema la tiene Rajoy en su propia casa. Fíjense como Esperanza Aguirre llena sus actos de mujeres; como en todos sus discursos incorpora guiños a la mujer, a sus inquietudes, variadas y --muchas de ellas-- diferentes a las de los hombres. Véase la solidaridad que siempre expresa públicamente –y en privado-- la lideresa popular de Madrid por la dificultad añadida que tienen sus compañeras políticas, sean éstas además del partido que sean. Zapatero, en cierta medida, hace discursos similares, y siempre en ellos da preferencia a la sensibilidad femenina. Seguramente porque los equipos próximos del que se rodean Aguirre y Zapatero tienen más mujeres que Rajoy en el suyo. Tampoco las organizaciones de mujeres próximas al PP le ayudan, porque no son reflejo de lo que es hoy la moderna mujer española.

Pero, desde luego, si algo no debe hacer nunca más el PP es cometer errores como el que hace unos meses consumó el mismo Rajoy en la tribuna del Congreso, cuando ante un discurso realizado por la vicepresidenta económica, Elena Salgado, exageró el tono contestando siempre de forma directa al presidente Zapatero, que no había intervenido, menospreciando a su interlocutora. Seguramente, quien elaboró en el PP la estrategia de aquel día no quiso ser machista, sino mandar un mensaje de que el único responsable del caos económico que vive España es el presidente del Gobierno por mucho que se esconda detrás de su ministra. Es igual. Lo importante en la comunicación política son los resultados. Aunque tan malo sea ser machista como proteccionista con mujeres que no quieren protección, sino igualdad de trato. El resultado fue el que fue: Por errores de bulto así, los de Génova, siguen aún hablando de sus problemas con las mujeres. 
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