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Obstáculos y estrategias en la carrera de Felipe Solá

El ex gobernador reconoce que su primer obstáculo -difícil de sortear- está dentro de su propio armado. Ese escollo se llama Eduardo Duhlde.


Eduardo Duhalde es un problema en la visión felipista debido a que aparece como el gran arquitecto del armado rebelde. “Se cree el dueño del espacio; no hay que dejar que asuma ese liderazgo”, se quejan cerca de Solá.

Por Mariano Pérez de Eulate, de NA

Felipe Solá tiene decidido pelear internamente la candidatura presidencial del Peronismo Federal, el espacio opositor con muchos caciques y pocos indios que ya consensuó, como primera medida estratégica, privilegiar la unidad y presentar un solo postulante a la elección de 2011.
Solá cree que ese es su destino. Ha comenzado su campaña con un eslogan austero que es, en verdad, un mensaje hacia adentro del llamado PJ disidente: “Mejor Felipe”, dicen los carteles que se ven en la Capital Federal y el Conurbano. Es que el ex gobernador reconoce que su primer obstáculo -difícil de sortear- está dentro de su propio armado. Ese escollo se llama Eduardo Duhalde.
En el felipismo juran que Solá, aún cuando en el comicio del año entrante se elegirán muchos cargos estratégicos, sólo piensa en la Presidencia de la Nación, munido de algunas encuestas que le darían una imagen aceptable y convencido de que se viene una ola antikichnerista que debería ser capitalizada por un peronista.
Es curioso: dirigentes opositores como Elisa Carrió creen lo mismo pero difieren respecto a quién se llevará el trofeo mayor.
Lilita habla de que el peronismo, tenga el perfil que tenga, agotó su ciclo. Felipe y Carrió han edificado una excelente relación legislativa en la Cámara de Diputados.

Armado rebelde
Lo dicho: Duhalde es un problema en la visión felipista debido a que aparece como el gran arquitecto del armado rebelde. “Se cree el dueño del espacio; no hay que dejar que asuma ese liderazgo”, se quejan cerca de Solá.
En ese núcleo descartan, además, la postulación de Carlos Reutemann, tal vez la única opción que haga repensar la estrategia presidencial del felipismo. Duhalde y Solá tienen una relación oscilante. Felipe seguramente aún se está lamentando por no haber aceptado, en el inicio de 2003, la oferta de respaldo del entonces Presidente para ser el candidato presidencial de la Casa Rosada contra Carlos Menem.
El bendecido terminó siendo Néstor Kirchner y ya se sabe el final de la historia. Es probable que el hombre de Lomas de Zamora, por su parte, no olvide jamás el 2005, cuando Solá -entonces gobernador bonaerense- optó por romper lanzas con él y acompañar a Cristina Fernández en la pelea contra Chiche Duhalde por la senaduría nacional.
Fuentes felipistas, tal vez remitiendo a esa historia llena de tirantez, aseguran estar convencidas de que Duhalde jamás se inclinará por Solá cuando haya que tomar decisiones in-ternas consensuadas. Ven a Mauricio Macri en las preferencias del ex presidente.
Otras fuentes del sector, en cambio, creen observar cierta apuesta duhaldista por el ex ministro de Economía Roberto Lavagna para la presidencial. Su nombre, por cierto, se venía mencionado mucho como eventual jefe de Gabinete todopoderoso si el Pe-ronismo Federal accede al poder el año que viene.

Juego del espejo
En esta línea, Solá consensuó con los asesores que contrató para la campaña, la edificación de una estrategia según la cual él debe aparecer como una suerte de espejo de Duhalde.
Si éste dice, como ha pasado, que la candidatura presidencial del Peronis-mo Federal “se resuelve en la mesa chica”, Felipe sale a decir “esto debe resolverse en elecciones internas”.
Si Duhalde aparece -acaso por in-sistencia de los heridos del kirchnerismo que él va recogiendo en su am-bulancia política- como el portador de cierta idea de venganza contra Kirch-ner (“El que puso al loco se lleva al loco”, suele decir con ironía), Solá procura mostrarse moderado y medido, sin odios, casi un santo.
Un ejemplo: en el episodio violento en San Nicolás, donde patotas de la Uocra vinculadas al oficialismo no dejaron que se hiciera un acto para recordar el triunfo opositor de junio de 2009, a Felipe sólo le faltó poner la otra mejilla.
Solá, sin embargo, se sabe limitado en un aspecto clave. Sabe que Du-halde es un experto en armar estructura política, en edificar trabajo territorial punteril. Sin embargo, sus asesores han convencido a Felipe de que Duhalde carece de respaldo en la opinión pública (en el búnker duhaldista no piensan lo mismo, obvio) y que en ese aspecto debe trabajar él porque ahí está su fuerte.
“La estructura, a la larga, se termina rindiendo ante el peso del candidato en la opinión pública”, se le es-cuchó por estos días a un consultor felipista, amante del marketing político.
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