Estragegias, Marketing y Branding Politico

La twittermanía política y el sueño de ignorar al periodismo

En un sentido, hoy la comunicación es la continuación de las batallas políticas a través de los nuevos medios.
En la Argentina, esa hipótesis pareciera verificarse en estos días a través de Twitter, ese flujo aluvional de mensajes condensados (ninguno mayor de 140 caracteres). Allí los políticos pueden comunicar y comunicarse entre sí, sin someterse, prima facie, al escrutinio periodístico.
Simplemente soslayan (o intentan hacerlo) la mediación de los medios, y de manera directa emiten sus mensajes, en general autoelogiosos y con sesgos propagandísticos sobre sus respectivas gestiones. No hay información detallada sino enunciados cablegráficos, declaraciones, proclamas, o sentencias.
Twitter, según las investigaciones del instituto Pew Research, en los Estados Unidos, no despliega información. Más bien la compacta. Las encuestas, en EE.UU. indican que sus usuarios se manejan cotidianamente y con toda fluidez en la red social, pero no por eso están informados sobre los acontecimientos que a ellos mismos involucran en la esfera pública. Cuando Twitter alude a cuestiones propiamente informativas, remite a otros medios, sites diversos, fuera de Twitter .
Twitter convoca a una diáspora de sí mismo cuando se vincula a lo específicamente periodístico que por definición debe encuadrarse en investigaciones de largo aliento contrastadas con hechos y documentos. El aparatoso cruce de diatribas entre dos “espadas” comunicacionales del oficialismo; el “iranofílico” Luis DÉlía y el empresario de medios ultrakirchneristas Sergio Szpolski, exhibe o más bien desnuda una tendencia: la twittermanía política.
La progresiva desaparición de las conferencias de prensa es directamente proporcional a la expansión de la comunicación política en Twitter. Es una manifestación de posperiodismo que arraiga en la utopía de borrar la necesidad social de periodismo, y es antiperiodismo por lo mismo. El antiperiodismo es el reverso necesario del posperiodismo, es la demonización sistemática a los periodistas para arribar el posperiodismo anhelado.
Twitter es un cauce político ahora ornamentado por las erupciones de Aníbal Fernández y por las ariscas intervenciones del canciller Héctor Timerman, a quien los periodistas ya denominan “Twitterman”, una especie de fiscal general online, que acusa en 140 caracteres a diestra y a siniestra y que ahora será llevado a los tribunales por el periodista Alfredo Leuco, destinatario de una de las aparatosas estocadas de “Twitterman”.
A la vez, los periodistas, tienen, tenemos, espacio en Twitter. Es una avenida paralela, una suerte de colectora de la autopista mediática, crucial pero no autosuficiente, en general, cuando de hacer periodismo se trata.
Twitter , exhibe un perfil de Fernández o de Timerman, pero no alcanza para saber todo lo que hay que saber de ellos. Sin embargo, ellos y otros funcionarios, a veces responden preguntas -cuando ellos quieren- vía Twitter.
Toman la batuta informacional o creen que lo hacen. La herramienta, de efectos múltiples y complejos sí es decisiva en países totalitarios.
Aumenta su influencia cuanto menor es la libertad de prensa. Precisamente en Irán, por ejemplo, Twitter es una ventana al mundo, que puede observar de manera condensada las aberraciones del régimen. Los “Twetts” que escribe desde Cuba Yoani Sánchez son también esenciales para deschavar globalmente la cerrazón informativa que allí se vive cotidianamente.
Twitter varía según las latitudes. En EE.UU., básicamente transporta comentarios sobre tecnología. Sin dudas es una de la maravillas de las nuevas dimensiones comunicacionales.
En la Argentina crece con un biorritmo que apabulla a las otras redes sociales. Acompaña sin embargo, pero no destruye al periodismo tradicional que resiste y resiste mejor, cuando investiga mejor.
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